Mi capacidad de asombro no tiene límites y cada día va alcanzando tamaños insuperables, ad infinitum. Ya he visto miles de cosas, leído millones de carteles, pero esta en particular me llamó poderosamente la atención dejándome estupefacto.
Es preciso dar un reconocimiento a los benefactores, más aún cuando se trata de cuidar espacios públicos, los que últimamente andan muy abandonados. Es preciso también reforestar, potenciar y mantener nuestros espacios verdes, con las herramientas necesarias que, por cierto, deberían proveer los municipios. Y por último, pero no menos importante también, es señalizar los parques.
¿A qué viene todo este preámbulo tedioso? Tenía sensaciones encontradas, sentidas al mismo tiempo (¿se puede? sic!) Cuando leí este cartel, no sabía si llorar a causa de la ignorancia y la impotencia a la vez, o felicitar a este guarda parques. Por un lado, está el agradecimiento por los aportes de la ciudadanía, en este caso el ilustre ciudadano con nombre y apellido, y por el otro, ¡el cuidado de los arboles! (que el mismo pregona en el cartel).
Los dioses nos agradecerán el gesto de proveer herramientas a nuestros parques, también nos regalarán oxigeno fresco para respirar a través de los árboles que plantamos, pero lo que no van a hacer es tolerar nuestra ignorancia y falta de respeto a la naturaleza. Quizá este hombre, cuya misiva incluso la firma, habrá pensado que, con toda ingenuidad, colgando este cartel de agradecimiento, fíjese donde, hacía los honores al benefactor. A la vez, se olvidaba que, también este arbolito forma parte del parque y que lo debe cuidar, no mutilar.
Fíjense ustedes dónde se ha colgado este cartel y ¡como! No es con uno, sino con muchos pinches, en un pobre arbolito que no tiene la culpa. No tiene la culpa ni de lo bruto que somos ni de los agradecimientos que hacemos.
Es una tarea que no debe hacer, ni el árbolito ni el guarda parques.
