De un tiempo a esta parte hemos
sido participe de un montón de cambio de roles, mutaciones necesarias e
innecesarias, urgentes y recurrentes. Hay responsabilidades que se nos confiere
por Constitución Nacional y otras que son obligaciones exclusivas del estado.
En las últimas décadas, ha
aparecido la figura de las “organizaciones no gubernamentales” colectividades civiles
de autogestión económica que se han encargado de paliar de cierto modo las
necesidades de cierto sector de la sociedad.
Lo mismo ocurre con las
organizaciones de jóvenes que se encuentran realizando tareas de solidaridad
que incluyen jornadas enteras de ayuda a personas más necesitadas hasta la fabricación
de viviendas y conservación de la naturaleza.
La sociedad ha tenido que auto-gestionarse
ante la ausencia del estado, que aunque tenga sobre ella la gran responsabilidad
constitucional de garantizar vivienda, estudio, educación y trabajo a la
población ha brillado por su ausencia
desde años incontables.
Es por eso, que hoy día, los
jóvenes principalmente, se han solidarizado con la sociedad y su entorno. Este
sector, muy desprotegido legislativa y gubernamentalmente, se las ha ingeniado
para sobrevivir a la nueva coyuntura que le está tocando vivir, trabajando desde
que sale el sol hasta que se oculta para pagar sus estudios, los gastos de
movilidad e inclusive gastos de la familia, en vez de estar compartiendo tiempo
“de calidad” con la familia, amigos o compañeros de estudio.
Las ONG´s se han encargado de
paliar al menos la necesidad en ciertos sectores extremadamente desprotegidos
de la sociedad y otros no tanto, pero se están moviendo y solemos ver sus actividades,
tanto en Asunción como en el interior del país, disminuyendo así las
responsabilidades que “de facto” corresponden al gobierno.
La sociedad en sí, consciente e
inconscientemente ha cambiado de actitud ante esta situación. Ha dejado al
gobierno con sus cuitas, chicanas y peleas políticas para encargarse por sí
misma de los problemas que lo aquejan día a día.
He aquí el problema. Las
instituciones legalmente encargadas de garantizar la satisfacción de necesidades
no lo hacen, o si lo hacen, lo realizan solo en su entorno político o su
contexto social, mientras que el resto del vulgo se encarga de sí misma.
La corrupción ha estado en
corriendo en nuestras venas desde tiempos inmemorables y lo sigue haciendo. Las
esperanzas de conseguir un cambio de rumbo ya casi se han agotado. Las personas
están cansadas de tanta informalidad, irresponsabilidad y por sobre todo de
tanta ineptitud de sus gobernantes, que han tomado al toro por las astas.
Nunca es tarde para reencausar
rumbos y enderezar acciones. Solo falta voluntad política para sobrellevar este
asunto y cambiar –por lo menos- una parte de la realidad que nos toca vivir muy
sacrificadamente.
Ya no se habla de sueldos mínimos
insuficientes o exagerados, de transporte públicos obsoletos o lujosos, de la
canasta familiar inalcanzable, de corrupción en las entidades públicas y
privadas, sino que de cambio de actitud, no solo en la sociedad paraguaya, sino
que también en el círculo de gobierno, que mucho ha hecho para desgastar su
imagen política, descreimiento público y por sobre todo, el aprecio de los que
en algún momento les ha confiado su voto.
Aún hay tiempo para depurar
espurias. Nunca es tarde cuando la dicha es buena. Ahora solo nos queda por
pedir “manos a la obra”
FOTO: Natalia Ferreira