De un tiempo a esta parte, muy a
pesar de la opinión que yo tenga sobre el derecho a voto de los paraguayos
residentes en el extranjero, me he dado cuenta de como nuestra sociedad ha sido
parte de un profundo cambio. Una mutación que no nos favorece para nada.
En post anteriores, me había
hecho eco de fama que se mandaba el paraguayo de antes en el extranjero. De la
honestidad, de nuestra fama de buena gente, trabajadora, de nuestra
hospitalidad y nuestra cooperación para trabajar en equipo. De nuestra música,
de nuestras tradiciones… de todo lo que el extranjero valora de nosotros.
Y los paraguayos residentes en el
extranjero, sea por la causa que fuera su estadía allá lejos del país, sabe el
reconocimiento que tenemos en el exterior. La persona que no sale de su país es
el que aún atina a decir –muy desacertadamente- que los que osan salir del país
a buscar mejores condiciones de vida para sobrevivir son un problema, una
escoria… es aquella que todavía no sabe el valor de las necesidades extremas.
El país, va rumbo a una ekatombe.
La cada vez más extendida indigencia, la mendicidad y la falta de
oportunidades, tanto laborales como educativas, hacen que nuestra historia viva
una muy dura realidad: “la migración”
No se sale del país por
diversión. No se opta por esta –ultima- opción por deporte. No se vive las de Caín
en tierras lejanas, extranjeras y extrañas porque se quiere. Una muy dura
situación obliga a millones de compatriotas a emigrar, tanto a España, Argentina,
Chile y hasta Brasil o Estados Unidos, donde
el idioma inclusive es totalmente extraño a nuestras culturas.
Solo me quería referir a aquellas
personas que, bajo una excusa muy poco convincente, como la de “una
manipulación política” puedan tener motivo suficiente para negar un derecho a
quienes, como cualquier otro paraguayo, mueve el eje de la sobrevivencia en el país.
Yo sé, que se nota a leguas que
deseo que todo paraguayo, que viva donde viva, sin distinción alguna, pueda
gozar de plenas facultades a ejercer todo derecho, sea de la laya que sea. Pero
no logro concebir, como otros paraguayos tienen la osadía de, libremente, bajo
las excusas más inverosímiles, negarle un derecho a otro paraguayo.
Según la Constitución Nacional
vigente, no existe paraguayos de primera, segunda o tercera clase, todos somos
iguales, en dignidad y derechos. Todos tenemos –o deberíamos tener- la
oportunidad de ejercer libremente nuestros derechos, lo que no nos exime de
obligaciones ni responsabilidades.
Sé que existe una anarquía sin
precedentes. Sé que el país cae a pedazos. Sé que vamos rumbo a la ruina. Pero
sé también que muchos paraguayos, tanto aquellos que viven en el país como
aquellos que están lejos, añoramos un país mejor; con un futuro con más
igualdades de oportunidades para todos, con más oportunidades y accesos a
diversos servicios y atenciones que nos merecemos por el simple hecho de ser
paraguayos.
Que nuestro fanatismo político no
nos cegue. Que nuestra ignorancia no sea más que nuestra solidaridad. Que un
partido político aproveche la coyuntura para hacer campaña, no sea un obstáculo
que nos haga comprender que los paraguayos que viven en el extranjero están
cansados –también- de tanta aberración de toda índole en nuestro país, que
tienen los ojos mucho más abiertos de aquel que reside ahora en el país y por
sobre todo, que tienen una opinión mucho más crítica ante la situación que
muchos de aquellos que desean privarles de un derecho, que por el simple hecho de
ser paraguayos la tienen, estén donde estén.
Que el mundo siga teniendo una
imagen solidaria, comprometida y responsable del paraguayo, es nuestra
responsabilidad. Las cuitas políticas, las resolvemos luego.
No desaprovechemos esta brillante
oportunidad que nos ofrece la democracia para seguir avanzando a causa de
nuestro egoísmo. Es nuestro derecho. Es nuestro deber. El 9 de octubre, debemos
demostrar que nuestros compatriotas que residen en el extranjero, también son
importantes.
Yo digo que SI tienen derecho a
votar, todos los paraguayos… ¡sin excepción!