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Murió


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Si dicen que al salir del país el paraguayo es uno de los latinos más respetuosos, trabajadores y por sobre todo honestos, en casa ¿cómo andamos? Basta nomás que crucemos el río, ya sea a Clorinda, Posadas o Foz de Iguazu y nuestro comportamiento es otro.
Somos los más responsables juntando nuestros residuos y cuidando la natura. Somos muy apreciados en cuanto a trabajo de mando medio para abajo, por la “calidad” con el que desarrollamos nuestras tareas. Solemos ser apreciados también en el trabajo doméstico, donde los conceptos son importantísimos en cuanto a fidelidad y honestidad se refiere.
En casa, sin embargo, paseamos nuestras mascotas por las aceras y dejamos esparcidos todos los desperdicios “orgánicos” a lo largo y ancho de la ciudad, perfumando de esta manera las aceras de los vecinos que deben sufrirlas. A nuestro paso, ya seamos peatones o conductores de vehículos, esparcimos por la ciudad nuestros restos, que van desde la “pireca” del caramelo, la yerba de nuestro tereré, el envoltorio de la chipa hasta el envase de la gaseosa que tomamos. No respetamos las señales de tránsito –capaz y siquiera la conocemos- nos callamos ante el robo de moneditas en los supermercados, dejamos que se roben animales del zoológico y que en el peor de los casos mueran sin atención adecuada.
Y es en este último caso donde quiero detenerme. Hay mascotas y mascotas. Unas mejor cuidadas incluso que un niño, otras encerradas en departamentos, pero sobreviven a los intereses mezquinos de los dueños, que los utilizan de adorno o para alardear de su poder económico, trayendo a un “san Bernardo” a vivir lejos de su hábitat, a sufrir nuestro clima o a hacer las más inverosímiles cruces de razas que hasta podríamos decir que llegamos al punto crítico y de terror.

Pero el paraguayo es nomas luego así. Se encarga de las situaciones menos importantes, como la de preocuparse por la celda que ocuparía el hincha asesino o de las fiestitas privadas de las modelos con los jugadores de fútbol. O de preocuparse de su zoquete en el parlamento, de la privatización de la estación de aviones que “peligra” la tranquilidad de personas ineptas succionadores de las tetas del estado sin hacer nada  y menos aun tener preparación adecuada. Tampoco quedan atrás los conductores de colectivos que a veces sus pedidos son tan irrisorios ante la gravedad de la situación en forma global.
El tema es que existen animales y animales con mayúsculas. Hacemos todas las cosas al revés. Pero bueno, no tienen la culpa que seamos los racionales de la especie. En fin, hace unos días, ha muerto una tigresa parturienta en un circo itinerante y nadie dijo nada. Siquiera se dieron por enterados de la gravedad del tema. Mirábamos, en los canales, burlarse del canto de un borracho como diez minutos y quejarse de la temperatura otros diez minutos más, pero esta información pasó como un suspiro y no por todos los canales tampoco, lo que denota el norte del contenido informativo de nuestros medios.
La sociedad protectora de animales ha hecho su reclamo y ante la burla de los dueños del local hizo el recorrido por el circo para “apreciar” la manera en que los animales enjaulados en espacios de dos por dos vivían hacinados en el local de diversión viajero.
La tigresa, que ha muerto tres meses luego del parto, donde –por suerte- un tigrillo saludable es el resultado de la falta de atención a la nueva familia, supongo que es parte de nuestra desidia, tanto de las autoridades que deben velar, controlar y savalguardar a los animales como nuestra, que siquiera nos hicimos sentir repudiando este tipo de abusos.

Somos una luz en el exterior, donde las sociedades desarrolladas nos condicionan a ser responsables y a cumplir con nuestras obligaciones para hacer uso de nuestros derechos que estando en casa no lo podemos poner en práctica ¿porqué? Porque TODOS estamos  salpicados, de una u otra manera por la corrupción reinante, que no tenemos la “autoridad moral” para exigir que se cumplan las responsabilidades asumidas, tanto como autoridades y como ciudadanos.
Muchos mamamos de las tetas del gobierno; tanto empresas, medios de comunicación como particulares, razón suficiente para mantenerse callados y no “patear contra la olla” que nos alimenta día tras día.
Sucede lo mismo cuando devolvemos el “boleto” del pasaje, tiramos basura a la calle, “aceitamos” para que nuestros documentos tengan un tratamiento especial en una institución pública, coimeamos al agente de tránsito cuando no tenemos la documentación adecuada, falsificamos firmas para autorizarnos la gestión de un documento o hasta pagar impuestos.
Nos pasamos haraganeando, hacinados en un box de la institución pública creada para acomodar al más inverosímil asesor como al operador político que de una u otra manera ha “colaborado” con la candidatura y ahora debe hacerlo con “el partido” sin la menor preparación. Los agentes de policía que deben entretenerse con dos, tres y hasta cuatro teléfonos móvil celulares en hora de trabajo, tomar tereré, charlar con la empleada de la esquina que cuida, hacer guardia frente a la empresa que ha pagado al comisario para el “respaldo policial”. Los bolsillos llenos de… (no sé qué, pero cargados al tope) y una agenda cuya función no sabemos cuál es. Lo mismo sucede con los gordos y en el otro extremo con los mal nutridos, que no están en condiciones siquiera de correr una cuadra… muy loco, ¿no?
Y llegamos al punto de no poder reclamar nada al estado ni a los gobernantes de turno porque no hemos ido a votar y el gobierno es uno que ha sido elegido por, los que han comprado los documentos de identidad, los que han fraguado las boletas electorales y los que no han participado. De una u otra manera tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Tanto que ahora no podemos decir nada.
A nivel ejecutivo, las disparatadas ideas de continuidad. En el legislativo la resistencia a la creación de impuesto para los ricos (IRP, Impuesto a la Renta Personal) y muchas otras disparatadas como el legislar sobre la cantidad de puntas que debe tener la estrella del escudo nacional y cuál debe ser la orientación de la cola del león del sello de hacienda. En el judicial está más divertida la cosa. Hay personas que –en espera del “hombusman” o “defensor del pueblo” está encerrada en la cárcel por haber sido denunciado, sin comprobar, el robo de una gallina hace cerca de doce años, sin haber sido siquiera revisado su caso.
Y ni que decir de las personas que osan “desentonar” con el resto y hacer el reclamo del boleto que no le ha entregado el conductor de la chatarra en el cual viaja al escuchar la famosa frase “pasá nomas” o “¿hasta dónde vas?” Este tipo de personas, son ganadoras de un abucheo generalizado merecedor de premios record guines.
Y así nos va. Y así somos. Este es el país de maravillas en que vivimos. Hay un “todos contra todos” Incluso ya se piensa tomar justicia por propias manos porque la que está, no es del todo recta. Será moderna y eficaz… pero no justa.
La verdad es que cuesta mucho, ir desentonando con el resto del mundo. A veces duele, pero no todo el país es un bodrio. Hay gente que está en “otra” un poco oculta, pero está.
Vos, ¿de qué lado del circo estás?

TEXTO: J.Edgardo Lezcano | ILUSTRACION: Internet

Sobre Juan Edgardo Lezcano

Facilitador de Talleres de Comunicación y TIC´s. Fundador de LEZCORP y Director de Editorial de Medios, Publicidad y Eventos. En twitter @edLEZ