Al paraguayo le ha tocado desde sus raíces ancestrales gente kaigue [haragana] y encima tavy [ignorante].
Los guaraníes, son una tribu nómada que se ha caracterizado solamente por ser recolectores de frutos y semillas de su entorno más cercano. Se pelaba el sitio –literalmente- y se trasladaban a otro sitio. Es por eso que no han dejado grandes legados a la cultura centro sudamericana, porque se pasaban cazando, pescando y recolectando frutos que se encontraban a su alrededor. Lo mismo nos ha sucedido con los españoles que nos han “tocado conquistarnos”. Bien sabemos que don Cristóbal Colón era un carcelero, ignorante, haragán y ratero. La Reina Católica no perdía nada en aquel entonces enviando al presidiario a buscar la nueva ruta a las “indias” porque si realmente al terminar el mar, la cosa caía en un abismo, no eran grandes pensadores e ilustres los que desaparecerían.
Y nuestra historia nace de esos dos híbridos [¿interesantes?] Los guaraníes que dependían de lo que la naturaleza les proveía y los españoles que fueron enviados de japa [sobra] nomás. Y para colmo de males, viene la independencia por parte de unos jóvenes que eran manejados por José Gaspar, ídolo también en su tiempo. La guerra tampoco se ha quedado atrás, puesto que ha colaborado con su cuota de destrucción geográfica, ha destruido también la sociedad con la nueva tribu machista en pos de la “reconstrucción de la patria”.
En fin, demasiada historia barata –porque son historias no oficiales- para la introducción de este post. Lo cierto y concreto es que aún seguimos con esa tradición. Queremos todo a nuestros pies o bajos nuestras narices. Las personas no quieren trabajar, siquiera en pos de sus propios sueños; las personas mal utilizan los recursos que se encuentran en su poder y por último –el corolario de todo- pues que pasamos la vida quejándonos.
El famoso “plagueo” generalizado es lo que más abunda en estos tiempos. No aporta ni ayuda en nada. Las personas se quejan de todo, pero la irresponsabilidad sigue siendo la diosa omnipresente en todos nuestros actos. Nos quejamos del mal servicio del transporte público, nos quejamos del precio del gas, nos quejamos de las plazas en mal estado, nos quejamos de los funcionarios haraganes, nos quejamos del mal estado de las rutas, de los inconscientes que llevan cinco pasajeros sobre una moto, de los policías tekorei, de los agentes de tránsito coimeros, de los medios de comunicación con locutores mediocres, del amor y hasta de la vida nos quejamos, ¿y después? NADA.
Aún seguimos relativizando toda nuestra existencia. Si vamos hablar de capacitación, de trabajo, de responsabilidad, el paraguayo luce por su ausencia. Me apena bastante, porque dentro de esa amplia mayoría que aplasta al resto, estoy yo y un pequeño grupo que silenciosamente se encuentra haciendo su trabajo y por sobre todo intentando cambiar por lo menos su entorno más cercano, lo que no cambia esta lamentable realidad.
Si deseamos realmente el “cambio” es importante iniciar ese proceso ahora. Dejar de lado eso de que la juventud es el futuro y que el cambio es recién para cuando venga el fin del mundo en el año 2012. Asumir responsabilidades, desafiar estructuras y formar la nueva generación del paraguayo instruido, que trabaja y que mejora día a día en pos de un país que realmente merece la gente que vive en ella.
Estas líneas de indignación las escribí luego de unas líneas en mi muro de Facebook. La rebeldía sin causa y la diversión tiene su tiempo y su espacio, aquí NO.